Desde el período post guerra a esta parte es mucha el agua que ha pasado por el molino. Marca el nacimiento de la mayoría de las instituciones multilaterales y el surgimiento de la Organización de las Naciones Unidad (ONU), 24 de octubre de 1945, bajo el liderazgo, aquella etapa, de los tres aliados más poderosos: Winston Churchill, Franklin Delano Rossevelt y Joseph Stalin. Desde aquel tiempo, las Naciones Unidas ha jugado un rol esencial en el mantenimiento de la paz mundial y en el consenso entre los pueblos.
Es un mérito innegable. En el momento en que surgió fue necesario su protagonismo en la construcción de un Nuevo Orden que definió la filosofía de las relaciones entre los pueblos civilizados. Han pasado más de 7 décadas, tiempo en el que la Humanidad experimentó cambios fundamentales en los ámbitos económico, científico, cultural, social, en fin, en todos los órdenes. La civilización del actual siglo XXl no es la misma de mediados del XX.
La mayoría de esos mecanismos de mediación creados entonces necesitan ser transformados y adaptaos a esos cambios, que respondan a las expectativas de los nuevos países, de nuevos actores, de los grupos de presión diferentes y, sobre todo, que se adapten al Nuevo Orden Mundial que se ha configurado, que nos es el bipolar de aquellos tiempos, sino al multipolar. Las Naciones Unidas no escapa de esa obsolescencia. Es la que más muestra su retraso y desenfoque.
Tiene que cambiar para adaptarse, para dejar atrás la burocracia que la carcome y crear espacios de mayor conocimiento de los nuevos y viejos miembros. Pero sobre todo, no puede seguir tomando decisiones sin consenso, atendiendo a dictámenes del poder unipolar de 1945.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) o se transforma, o sucumbirá en las cenizas de todos los errores que ha cosechado en las últimas décadas, que son evidentes frente a una sociedad con mayor acceso a la información, más participativa y con mejor conocimiento.