Santo Domingo, RD. – Haití es solo un botón de muestra en la región del Caribe acerca del fracaso de las misiones de paz y estabilización emprendidas por la ONU a nivel mundial, que en el caso de isla Española se pretende que República Dominicana aplique un “Plan de contingencia para flujos masivos ”, elaborado por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y refrendado por el Instituto Nacional para la Migración en el pasado gobierno.
Este plan habría de recibir un contundente rechazo de los ciudadanos dominicanos, a partir de la respuesta que han expresado por vía de las distintas encuestas aplicadas a la población vernácula por reputadas firmas de investigación en el pasado.
La interrogante que surge a partir del conocimiento de este sigiloso “Plan de Contingencia” es cuándo en el seno de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y sus organismos adláteres, surgió la convicción de que el país aceptaría convertir el territorio dominicano en campo de refugiados haitianos.
El propósito es viejo porque viene concretamente del gobierno del expresidente Bill Clinton cuando pidió a su homólogo, el entonces presidente dominicano Joaquín Balaguer, que el territorio nacional albergara campos de refugiados haitianos, a raíz de una de las tantas crisis políticas como consecuencia de los golpes de Estado haitianos en la década de los noventa.
Luego del fracaso en Haití de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas (MUNUSTAH) cuya responsabilidad consistió, en el 2004, en “cumplir su mandato de establecer un entorno seguro y estable en el que se pueda desarrollar un proceso político, fortalecer las instituciones del gobierno, apoyar la constitución de un estado de derecho, promover y proteger los derechos humanos”, se percibe que una parte de los funcionarios de la ONU están convencidos de una solución dominicana al problema haitiano.
No otra razón se esconde detrás de la desidia de ciertos organismos internacionales, cinco años después del retiro de los cascos azules, ante el deterioro social, político, económico e institucional haitiano.
La estrepitosa derrota de la MINUSTAH en el vecino país es solo el reflejo de la creciente crisis de autoridad y de fe del modelo multilateral actual, que se evidencia no solo en nuestros vecinos, sino en Afganistán, Siria, Malí, El Congo y Etiopía, por solo citar algunos.
Ante todo el desastre ocurrido en Haití por la falta de un plan firme de crear las instituciones que los haitianos necesitan para conseguir la paz y la construcción de una sociedad en progreso, en desarrollo e integrada al concierto de naciones democráticas, las Naciones Unidas optó por abandonar a ese infausto pueblo, que ha sido víctima también de su clase dirigente y empresarial.
Después de arrojar al olvido a los haitianos, los rumores corren entre embajadores de materializar una ocupación militar a cargo de una de las grandes potencias, que sería repetir los errores del pasado.
Antes que ver las distintas propuestas de quienes conocen de primera mano la idiosincrasia de estos pueblos, la ONU, a través del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), quiere embarcar a los dominicanos en un “Plan de Contingencia para Flujos Masivos de Inmigrantes”, que fue elaborado en el año 2019 con la connivencia del Instituto Nacional de Migración, una entidad gubernamental apéndice del Ministerio de Interior y Policía.
La intención del Plan
Hace 3 años el documento solo para “Uso oficial” reconocía que (2019) “la situación actual en Haití es altamente explosiva e inestable. La coyuntura social, política y económica ha empeorado durante todo el año 2019 y el acceso a servicios básicos es cada vez más limitado”.
Advertía entonces que el alarmante estado de cosas en el vecino país hacía temer un estallido social sin precedentes que pudiera generar un inesperado flujo de inmigrantes y/o personas en busca de protección y refugio en República Dominicana.
Es en ese contexto–en este momento es mayor el deterioro– se plantea que “bajo el liderazgo del Instituto Nacional de Migración (INMRD) y con el apoyo del Centro de Operaciones de Emergencia (COE), la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), se aplique una respuesta organizada a la eventual avalancha de haitianos por la frontera para ser recibidos como refugiados.
Este plan– estrictamente diseñado– trata de objtener tres objetivos: “Las personas afectadas de Haití gozarán de protección y acceso al territorio, de conformidad con las normas mínimas de protección, asistencia y soluciones; segundo, los recién llegados de Haití recibirán asistencia con soluciones oportunas que salvan vidas, y tercero, se les dará servicios de asistencia humanitaria y se aplicarán medidas de preparación para garantizar una respuesta oportuna y eficaz a las necesidades de las personas recién llegadas…”
El documento de 30 páginas plantea los escenarios posibles de flujos de haitianos masivamente por la frontera a partir del desplazamiento del presidente (de Haití) por la fuerza o un golpe de Estado (fue asesinado en su casa) y llega a un estado tal que “comienzan a aparecer caravanas de inmigrantes haitianos que calculan en más de 45 mil.
Contempla la forma de activar el plan y las instituciones dominicanas que deben involucrarse en el mismo, a la cabeza el COE, Migración, entre otras.
Cuando se lee el documento, la pregunta que salta a la imaginación de los dominicanos: ¿cuándo se tomó en cuenta a los ciudadanos de este país para ese Plan? Nunca. Como reiteré hace meses en otro artículo, el Fideicomiso es una salida plausible en Haití.