La etapa actual que vive la humanidad está caracterizada por la convergencia de crisis simultáneas globales que repercuten localmente y que, no obstante, se registran en un tiempo en el que los cambios y transformaciones en el ámbito tecnológico son los más desafiantes de nuestra civilización.
Esa simultaneidad de crisis en todos los ámbitos parece ahogar todos los anhelos y avances en las ciencias, las tecnologías, biogenética y el desarrollo experimentado por el hombre desde la Edad antigua hasta la Edad Contemporánea.
En la presentación de mi libro “Nueva Retórica, nuevos códigos, nueva sociedad: Relevancia de la comunicación política”, centré mi reflexión con la distinguida audiencia en llamar la atención de este fenómeno que, a pesar de estar tocándonos las puertas cada día, a veces parece lo ignoramos.
Llamé la atención del presidente Luis Abinader, presente en el acto, y de todos los presentes acerca de esta situación mundial que convierte a los mandatarios en administradores de crisis.
En más de un recinto académico a nivel planetario se investiga el fenómeno de cómo en la Edad Contemporánea de hoy hemos avanzado al desarrollo de la Inteligencia Artificial, la robótica, la nanotecnología y la carrera espacial, en contraste con los grandes retos que se constituyen en amenazas para la existencia misma del ser humano y las demás especies.
Para los más conspicuos investigadores resulta desafiante que el individuo, la familia, la sociedad, las instituciones creadas al final de la Segunda Guerra Mundial, el Estado y los liderazgos a nivel mundial hayan entrado en crisis de manera simultánea en el momento de mayor esplendor innovador.
Aunque el ser humano, con su gran capacidad de inventiva y resiliencia, apeló a una de los mayores virtudes con la que cuenta, el teocentrismo, que es la capacidad de identificar las injusticias, al propio tiempo tuvo el ingenio de desarrollar el teocentrismo, mediante el que ha demostrado habilidades para crear ideas de cómo combatir estas inequidades.
Las destrezas para la innovación en procura de superar las injusticias, hizo que fuésemos más solidarios y empáticos, creando nuevas ideas e instrumentos que mejoraran la calidad de vida de sus congéneres. Este factor se constituyó en el motor para que la humanidad fuese de un estadio a otro: Edad Antigua, Media, Moderna y Contemporánea.
El Punto Crítico
En el primer cuarto del siglo XXI hay una sensación pesimista, en buena parte de la población mundial, debido al derrotero tomado por el individuo, la familia, las sociedades, las instituciones y al observar que el sistema más viejo, el capitalismo, parece sucumbir ante nuestros ojos, sin que se vea nada en el horizonte que pueda convertirse en esperanza para los humanos y los demás seres vivos.
El individuo de este tiempo parece más ambicioso, egoísta, incendiario, agresor, irreverente e individualista. En cambio, la familia como núcleo central de la sociedad, está en un creciente deterioro en donde los valores como el amor, el respeto, la responsabilidad, la bondad, la justicia, la solidaridad y la integridad ética y moral cada día brillan por su ausencia.
La crisis de la familia se ha convertido en el clamor de los púlpitos y altares cristianos, de las reuniones ministeriales y los cónclaves mundiales. Como resultado de esa depreciación de la familia, observamos un incremento en la violencia intrafamiliar, de los incestos, hijos huérfanos, miles de madres solteras que tienen que jugar también el rol de padres, generando muchas veces un vacío de la autoridad parental.
La falta de humanidad en el individuo y la devaluación de la familia nos remite a una sociedad amenazada. A una especie de debacle de las instituciones públicas y privadas, un desaliento global por el futuro del mundo, pues el mismo ser humano que fue reciliente al principio es el mismo que se ha encargado de poner en riesgo nuestra especie.
El cambio climático y la degradación del medio ambiente provocados en buena parte por el propio ser humano, es una amenaza que parece no tener retorno. El aumento de la temperatura media, la modificación de los patrones de lluvias, nieve, alza del nivel del mar, reducción de la superficie cubierta por nieves glaciares, tormentas y sequías es muy evidente.
Esa misma Revolución Industrial que nos sirvió para mejorar la calidad de vida de los trabajadores se convirtió en amenaza, pues la emisión en la atmósfera de millones de toneladas de gas carbónico y gases de efecto invernadero natural no ha tenido políticas públicas oportunas que equilibre.
No es un discurso propagandístico como sostenía un líder de Estados Unidos, es la realidad. Los datos de científicos de todo el mundo, sistematizados por el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), ponen en evidencia que el calentamiento global deriva del efecto invernadero causado por el hombre (antrópico).
Las políticas públicas incentivadas por las administraciones, empero, parecen insuficientes, a pesar de que los distintos gobiernos dedican enormes presupuestos para mitigar esos retos de la nueva sociedad.
Decía en las palabras de puesta en circulación de mi libro que esas crisis simultáneas no nos conducen al pesimismo. Al contrario, a estar en conocimiento de la realidad dura y cruda, porque a la generación a la que pertenezco y aquella que nos sucede corresponde heredar un futuro no muy halagüeño.
El desafío que se nos presenta ante una convergencia de crisis simultáneas y grandes cambios tecnológicos, es cómo la humanidad logra que todos los avances sirvan para el bien, no como instrumentos del mal.