«Las calles apestaban a estiércol, los patios interiores apestaban a orina, los huecos de las escaleras apestaban a madera podrida y excrementos de rata, las cocinas, a col podrida y grasa de carnero; los aposentos sin ventilación apestaban a polvo enmohecido; los dormitorios, a sábanas grasientas, a edredones húmedos y al penetrante olor dulzón de los orinales. Las chimeneas apestaban a azufre, las curtidurías, a lejías cáusticas, los mataderos, a sangre coagulada. Hombres y mujeres apestaban a sudor y a ropa sucia».
Así comienza el escritor alemán Patrick Suskind la novela «El perfume», describiendo los aromas que campaban en la Francia del siglo XVIII. Pues sí, de vez en cuando, los animales desprenden mal olor. Y los humanos no somos una excepción. Vaya por delante que el agua y el jabón suelen ser la solución, pero a veces no es suficiente.
Varios microorganismos son los responsables del hediondo aroma que emanamos cuándo estamos empapados en sudor. El olor corporal humano es producido por la transformación bacteriana de algunas moléculas precursoras inodoras que son secretadas sobre la superficie de la piel por las glándulas apocrinas, un tipo de glándulas sudoríparas, típicas del Homo sapiens, que están localizadas en zonas cutáneas específicas del cuerpo como la axila, el pezón y la región genital externa.
El mal olor del sobaco
El mal olor axilar humano está compuesto por una combinación de compuestos orgánicos volátiles con los ácidos grasos volátiles y los tioalcoholes como los principales ingredientes. Los ácidos grasos volátiles con un número de carbonos más alto tienen un umbral de detección de olores más bajo. En general, se acepta que los ácidos grasos volátiles de cadena corta (C2-C5) se encuentran entre las moléculas causantes del mal olor axilar.
Los géneros bacterianos Staphylococcus, Cutibacterium (anteriormente Propionibacterium) y Corynebacterium forman parte de la microbiota dominante que coloniza la axila. Y son capaces de fermentar el glicerol y el ácido láctico hacia ácidos grasos volátiles de cadena corta (C2-C3) como el ácido acético y el ácido propiónico.
Además, los estafilococos son capaces de convertir aminoácidos alifáticos ramificados, como la leucina, en ácidos grasos volátiles ramificados con metilo de cadena corta (C4-C5) muy olorosos, como el ácido isovalérico, que tradicionalmente se ha asociado con la nota ácida del mal olor axilar.
Los tioalcoholes, a pesar de estar presentes en cantidades mínimas, son los volátiles más incipientes. Han sido detectados diferentes tioalcoholes en las secreciones axilares, siendo el 3-metil-3-sulfanilhexan-1-ol (3M3SH) el más abundante.
Algunas especies de estafilococos presentes en la piel tienen capacidad de generar el 3M3SH a partir del precursor inodoro Cys-Gly-3M3SH, secretado sobre la superficie de la piel por las glándulas apocrinas. Por tanto, es evidente que la microbiota axilar juega un papel importante en la generación del olor corporal humano.
La halitosis y las bacterias
Al igual que ocurre con el olor corporal, en muchas ocasiones la halitosis está determinada por compuestos volátiles producidos principalmente por bacterias que colonizan la cavidad bucal.
Los géneros bacterianos más relacionados con la halitosis son Actinomyces spp., Bacteroides spp., Dialister spp., Eubacterium spp., Fusobacterium spp., Leptotrichia spp., Peptostreptococcus spp., Porphyromonas spp., Prevotella spp., Selenomonas spp., Solobacterium spp., Tannerella forsythia y Veillonella spp. En este sentido, Bacteroides forsythus, Porphyromonas gingivalis, Actinobacillus actinomycetemcomitans y Prevotella_intermedia han sido asociados con la producción de compuestos de azufre volátiles a partir de sustratos que contienen azufre y que pueden estar presentes en los alimentos o en la saliva.
En la cavidad bucal, han sido detectados cerca de 700 compuestos volátiles diferentes, siendo algunos de los compuestos malolientes predominantes el tioacetato de metilo, el disulfuro de dimetilo, el trisulfuro de dimetilo, el tetrasulfuro de dimetilo, el pentasulfuro de dimetilo, la sulfona de dimetilo, el alilo tiocianato, el isotiocianato de alilo, el pentanetioato de S-metilo, la tiolan-2-ona, el metilbenceno, el tetrametilbutano, el etanol, la putrescina, la cadaverina, el indol y la trimetilamina.
Por ejemplo, la cadaverina, que imprime el típico olor a putrefacción, es producida por fermentación bacteriana del aminoácido L-lisina. Las bacterias anaeróbicas presentes en la cavidad oral pueden degradar aminoácidos que contienen azufre como la L-cisteína hasta compuestos volátiles como el sulfuro de hidrógeno, que tiene olor característico a huevos podridos y contribuye a que podamos exhalar un aliento fétido.
Otros ejemplos de microorganismos malolientes son la bacteria Proteus mirabilis, que produce un olor a pescado muy característico, y Eikenella corrodens que huele a lejía.
El olor a tierra mojada y a salitre
Sin embargo, no todos los microorganismos originan un mal olor. Los hay también que huelen que enamoran. Es el caso de algunas especies del género Streptomyces que en condiciones de humedad producen un sesquiterpenoide muy oloroso denominado geosmina, esencial para crear el aroma petricor que provoca el típico y evocador olor a tierra mojada.
Incluso la fragancia distintiva de la orilla del mar, que es debida en gran parte a la presencia de sulfuro de dimetilo, es provocada principalmente por la actividad microbiana.
La bacteria Pseudomonas aeruginosa puede generar un aroma dulce parecido al del zumo de uva en pacientes con quemaduras. Los apósitos de las heridas quedan impregnados de un olor distintivo debido a que Pseudomonas aeruginosa produce 2-aminoacetofenona que es la molécula responsable, por ejemplo, del olor a miel y flores blancas en los vinos blancos.
En cuanto al aroma típico del yogur se caracteriza principalmente por la presencia de acetaldehído. La vía más importante de formación de acetaldehído es la descomposición del aminoácido treonina en acetaldehído y glicina. La enzima responsable de esta catálisis, la treonina aldolasa, está presente en Lactobacillus delbrueckii subsp. bulgaricus y Streptococcus thermophilus subsp. salivarius, las dos especies bacterianas esenciales para la producción de este producto lácteo.
Como ejemplo final, no podemos olvidar a Streptococcus milleri, que produce diacetilo, lo que le confiere el típico y agradable olor a mantequilla, caramelo o toffee.
En definitiva, cuándo olisqueen algún aroma peculiar, ya sea agradable o de los que curten los hemisferios cerebrales, piensen que es posible que algún microorganismo sea el responsable.
Tomado de https://www.abc.es