Los esfuerzos individuales por preservar el patrimonio arquitectónico de la ciudad, con notables aciertos, siguen a la zaga del deterioro y caída de muchos inmuebles. El balance es negativo para la ciudad.
El paso del tiempo va convirtiendo algunas de las típicas casas de madera, de estilo victoriano o neoclasico, que caracterizan la zona histórica de Puerto Plata, en casas fantasmas y verdaderos peligros públicos.
Los esfuerzos individuales por preservar el patrimonio arquitectónico de la ciudad, con notables aciertos, siguen a la zaga del deterioro y caída de muchos inmuebles. El balance es negativo para la ciudad.
Desde que la riqueza arquitectónica que define el perfil urbano de Puerto Plata, fuera inventariada en 1976, por el norteamericano Robert S. Gamble, junto al doctor José Augusto Puig, han pasado 48 años y sólo va quedando una fracción de las edificaciones identificadas.
El estudio, titulado “Puerto Plata: La conservación de una ciudad. Ensayo histórico-arquitectónico. Inventario”, realizado con el apoyo de Infratur y del Departamento de Asuntos Culturales de la embajada de los Estados Unidos, identificó 340 edificios y conjuntos de edificios, como dignos de ser incluidos en el censo, de los cuales 100 fueron calificados como de valor excepcional.
Tomó como punto de partida un censo de esas edificaciones realizado en 1969.
Cada vez que un nuevo edificio amenaza con colapsar se prenden las alarmas, el más reciente en la calle 12 de julio, frente al parque Luperón, que albergó durante años la escuela de educación especial. Sus maderas van cediendo, representando ya un peligro para los transeúntes.
Igual deterioro presentan viviendas como la de doña Ana Leroux ubicada en la esquina de las calle Duarte con Emilio Prud’homme, la de la familia Suárez en la calle Mella, que albergó la escuela de mecanografía y estudios secretaríales de doña Teresa Suárez, o la antigua Clínica del doctor Antonio Vasquez Paredes, Toño, en la esquina de la calle profesor Juan Bosch con José Ramón Lopez, también frente al parque Luperón.
Igual deterioro presenta en su lado oeste el edificio del Club del Comercio, en la parte posterior en una zona de visita frecuente de turistas.
El panorama es desigual, muchas casas del inventario han desaparecido, por incendios, deterioro o para dar paso a parqueos o edificios, “modernos”, mientras que otros propietarios carecen de recursos para acometer reconstrucciones al estilo original de las viviendas. El balance es a menos, si se toma en cuenta como punto de partida el inventario de Gamble y Puig, de 1976.
Ya para entonces sus autores advertían que desde el puño de vista turístico la posibilidad de perder el carácter tradicional que distingue la ciudad, “sería un golpe tremendo”, advirtiendo que el turista no sólo busca, sol y playa, sino que tiene un aspecto cultural, siendo los edificios antiguos los que contribuyen a hacer esa diferencia.
En contraste, resaltan notorias conservaciones realizadas en edificaciones claves, la más antigua de 1983 la restauración a su estilo original de la glorieta del parque central, hoy Plaza Independencia, así como la de 1992 de la antigua Sociedad Fe en el Porvenir, que actualmente alberga la Casa de Cultura, realizada por el Departamento de Asuntos Culturales de los Estados Unidos, junto al Departamento de Agricultura de ese país, la quinta Benz, hoy Museo del Ambar, realizada por los esposos italianos, Aldo y Didi Costa, la antigua estación del ferrocarril, la Logia Restauración , el edificio de la Farmacia Popular, my posteriormente la casa del general Gregorio Luperón, restaurada y convertida en Museo en la segunda gestión de gobierno del presidente Leonel Fernández, la de casa número 13 de la calle José Del Carmen Ariza realizada por su propietario, el antiguo Hotel Castilla en esa misma calle, la casita Azul y el antiguo Club de Damas y varias casas del conjunto de la calle profesor Juan Bosch, la Casa Quinta de don Ricardo Limardo, Bubul, reconstruida por la familia Jiménez luego de que fuera derribada, entre otras. Actualmente es remozada la casa de don Natty Miller, que luego perteneció al destacado artista plástico Jorge Severino, en la calle 12 de julio.
Igualmente se realizan importantes intervenciones en edificios emblemáticos, como el antiguo edificio de correos que es reconstruido por los esposos José Natalio Refondo y Lenina Abreu de Redondo, entre otras.
Puerto Plata aún conserva mucho de lo que hizo afirmar a los autores de la obra en su primera parte que: “Vista de lejos, desde la cubierta de un barco, o desde la Carretera Luperón al sureste de la ciudad, Puerto Plata todavía guarda el aspecto pintoresco que le agradó a Hostos hace más de cien años.
Reteniendo su escala baja, dominada por las torres mellizas de la iglesia mayor, en medio de un paisaje magnífico de montañas, llanos y mar”. Elementos que entiende se complementan para hacer de la ciudad, “un conjunto simpático y armonioso”.
El estudio establece el carácter predominante de los estilos, antillano, victoriano y neoclasico en la mayoría de las edificaciones, pero incluye las quintas y bungalows de construcción más reciente, así como el conjunto de los almacenes que marcaron el desarrollo comercial de la ciudad a principios del siglo XX, establece una serie de recomendaciones para la conservación del patrimonio que da a Puerto Plata unas características únicas como ciudad y contiene apéndices, co la lista de los principales arquitectos, maestros constructores, carpinteros y ebanistas de la ciudad e lo largo del periodo en que se gestaron sus construcciones más representativas.
Aunque el inventario de sus edificios más emblemáticos es hoy, sólo una fracción de lo que era en 1976, aún hay espacio para recuperar parte del esplendor de la ciudad vieja, uno de los elementos qué diferencian a Puerto Plata de otros destinos.