La depresión en la infancia y en la adolescencia es un problema bastante frecuente que está incrementándose en los últimos años y que tiene un profundo impacto en su futuro desarrollo personal. Según la Clínica Universidad de Navarra (CUN), cerca del 5% de los niños y adolescentes tendrá un episodio de depresión antes de cumplir la edad de 19 años.
Los motivos que desencadenan este trastorno pueden ser diversos pero, en cualquier caso, este problema debe ser evaluado por profesionales y tratado de forma adecuada para que no se perpetúe en el tiempo y derive en otros problemas o conductas perjudiciales.
¿Qué factores desencadenan depresión en los niños?
Según la Asociación Española de Pediatría (AEP), los factores biológicos suelen influir en gran medida, esto es, la probabilidad de que un menor tenga depresión se multiplica si uno de sus progenitores la ha padecido.
Otros factores que contribuyen al desarrollo de episodios depresivos están relacionados con la pérdida de personas cercanas, el bullying o acoso escolar, o si existen problemas de desestructuración familiar, entre otros.
En este sentido, existen diferentes trastornos del humor que pueden afectar en la infancia como la depresión mayor; la distimia, que se refiere a un estado de depresión más ligera pero de mayor duración, o la bipolaridad. Por eso, «es fundamental que los padres conozcan los síntomas de la depresión en niños, que sepan que no es culpa suya, y que se trata de una enfermedad que tiene un tratamiento muy eficaz», destaca la doctora Pilar de Castro, especialista del departamento de Psiquiatría y Psicología Clínica de la CUN.
¿Cómo podemos identificarla?
¿Cuáles son los signos de alerta para saber si un niño está sufriendo depresión? ¿Qué hay que tener en cuenta? Se suele manifestar a través de episodios de irritabilidad, ira, tristeza o llanto frecuente. También es común que aparezcan sentimientos de desesperanza o de inutilidad, cansancio o falta de energía. Otros de los signos que evidencian este problema, según los expetos, son los siguientes:
Dificultad para divertirse con las actividades que solía hacer.
Aburrimiento.
Aislamiento social y falta de comunicación.
Sensación de culpabilidad.
Ausencias en el colegio de forma recurrente.
Baja autoestima.
Quejas sobre problemas físicos como dolor de cabeza, de estómago o naúseas.
Falta de concentración.
Alteración del sueño y de la alimentación.
Pensamientos o expresiones suicidas.
Resulta imprescindible acudir a los profesionales para que evaluen el estado del niño y realicen un diagnóstico si presenta alguno o varios de estos síntomas, sobre todo si se prolongan en el tiempo. «Deberán emplearse técnicas específicas, tanto verbales como no verbales, debido a la existencia de limitaciones cognitivas y de verbalización en este grupo de edad», añade la experta en psicología.
Tomado de https://www.20minutos.es